Por Enric Juan Redal, Pregonero de la Semana Santa de Alzira 2020
Hoy, 4 de abril, yo tenía que haber hecho el pregón de la Semana Santa al Gran Teatro. Soy consciente que el oficio de pregonero es efímero: se estrena y se acaba con la convocatoria general de un anuncio; hacer saber que, en Alzira, está próxima la celebración de la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo. Y este anuncio siempre se convierte en una aventura inagotable cuando se acompaña con la exposición de las tradiciones religiosas y artísticas de nuestras cofradías; cuando se junta con los recuerdos personales y familiares que acompañan las celebraciones o cuando se reviven las devociones, las añoranzas y las alegrías de cada persona.
Y probablemente nunca como este año podemos sentir todo el que nos une con los cofrades de nuestra o de las otras cofradías y, incluso, a las personas de todos los tiempos…, porque esta es una Semana Santa especial, única, donde el confinamiento no solo no nos saca la posibilidad de vivir de una determinada forma las devociones, sino que nos puede ayudar todavía más a valorar todo el que la emoción y la amistad nos proporcionan. Así, yo querría, hoy, ahora, destacar la Semana Santa más humana, la que conforman los miles de personas anónimas que a lo largo del tiempo y hasta ahora mismo han mantenido el espíritu cofrade, la de los hermanos voluntarios que lleven alimentos a la gente mayor que lo necesita; la de las asociaciones de vecinos que se han ofrecido en el Ayuntamiento para ayudar en aquello que se requiere; la de las personas que desde casa están confeccionando mascarillas para nuestra protección; la del consistorio municipal, la de la policía y otros agentes de la autoridad y soldados que tienen cura de nuestra seguridad; la de la gente que aplaude o se expresa cada día desde los balcones y terrazas; la de los labradores, transportistas, distribuidores y vendedores de alimentos; la del personal sanitario, la de los maestros, o la de las personas que atienden los teléfonos para dar compañía a otras personas que están a solas…; y la de toda la gente anónima que trabaja en los servicios necesarios; y la del que sufre la muerte de un ser querido o la que da consuelo. Todas estas personas son cofrades en Semana Santa estén o no en una cofradía. Todos nos sentimos unidos por los mismos valores que conforman el carisma de una hermandad.
Por eso, este año, reafirmamos la identidad humana del sentido comunitario, aquel que se dirige a fomentar la solidaridad. De hecho, el origen de las cofradías fue la asociación gremial que agrupaba a personas que se unían para protegerse buscando la solidaridad de sus miembros a través de la caridad. Tenían cura los unos de los otros como verdaderos miembros de una familia; se proporcionaban alimento, se cuidaban cuando caían enfermos, se daban consuelo en momentos difíciles. Entre todos hacían que la vida fuera mejor, más soportable.
Así, ante la pandemia que estamos viviendo es la hora de la fraternidad cofrade; es el momento de dar consuelo a las personas que han perdido una persona querida o de ayudar a todos aquellos que están enfermos. Es el momento de la solidaridad, de tener en cuenta a todas las personas que pueden necesitar los otros, pensando que puede haber molidas formas de orar: llamar por teléfono a un familiar, a un conocido, a un amigo, con quien no se ha hablado desde hace tiempo, es una forma de rezar; escribir correos o whatsapp de ánimo, o colaborar con los vecinos en actos de solidaridad, también es tener en cuenta a los otros; y empezar a pensar qué podemos hacer cuando esto acabo para aumentar nuestra participación en proyectos asistenciales, sociales, educativos, también son valores que definen la espiritualidad de las personas o de las cofradías.
Y además, este año no podremos salir a la calle. Esta Semana Santa, íntima y personal, puede ser un momento excelente para hacer planes de cómo conseguir un consenso ético que nos lleve a luchar contra la segregación social de forma que, cuando ganamos a la epidemia, no aumentan las desigualdades.
No saldremos a la calle…, pero podemos salir al balcón o a la terraza, verdaderos ojos y orejas de nuestras casas. Aplaudir y expresarse desde el balcón, se ha convertido en una relación joyosa y también espiritual con los vecinos de los otros balcones. Estos próximos días de Semana Santa podemos continuar aplaudiendo a las ocho de la tarde, o tocar los tambores, para inmediatamente rezar una oración entre todos…, o podemos guardar silencio por los enfermos o difuntos; también podemos poner en el balcón una estampa de nuestra cofradía o, el día del Viernes Santo, extender una colcha como se hace el día del Corpus. Esta estancia al balcón se convertirá en una procesión de amor y de agradecimiento en la vida, a los que nos ayudan a protegerla, a los miles de personas anónimas que se cuidan de nuestras necesidades, desde los que limpian las calles hasta los que nos protegen o los que cuidan de nuestra salud. Esta no es otra Semana Santa; es la Semana Santa que da importancia a los verdaderos héroes de la sociedad, la de la solidaridad cofrade, la que pasará a nuestra memoria, a la de nuestros hijos, a la de nuestros nietos y se guardará por siempre jamás en la inteligencia colectiva de todos los que lo estamos viviendo.
Y todos saldremos cambiados de esta situación y también más unidos; porque luchar para conseguir una sociedad mejor, sin exclusiones, nos llevará a ser mejores cofrades y también a soñar que después de la Pasión y Muerte llegará de nuevo la Pascua; y con ella, la alegría de la vida.